viernes, 30 de agosto de 2013

Transito desfavorable


Lo intentas.

Primero suavemente, despacio y dejándote llevar por el susurro liviano e incisivo; luego con más insistencia, pero esta vez es el rugido de tu propia alma el que te empuja e incita, a lo que contestas con movimientos más bruscos y más mecánicos. Movimientos que no son los tuyos. Son los movimientos a los que acude una llamada necesitada. Son impulsivos, y sabes que carecen de sentido, pues se necesita paciencia, siempre lo digo… Pero nunca escuchas, o de mí no te fías.

¿De qué sirve arremeter contra una hoja en blanco, que no puede retener ya ningún sólo retazo del pasado que ansías perder? Está vacía, en blanco.

Las simples hojas no sangran, eso lo sabe todo el mundo. Pero el papel contra el que blandías aquel viejo escalpelo de filos plateados, podía hacerlo. Y tú, pretendías desangrarlo hasta dejarlo vacío, sin tinta. Sin recuerdos, sin pasado.

Al menos crees que lo conseguiste, pero, ¿por qué lloraste luego?

Ah, sí…

Arrojaste lejos el arma, que lanzó un lamento arrollador al  ocultar su filo. El furioso resplandor  plateado, se perdió en algún punto por debajo de mi pecho, y tú, te giraste sobresaltado, al no escuchar el eco del impacto. Lo recuerdo.

¿Fueron mis ojos inexpresivos los que te lanzaron al vacío, o fue ese papel al que dejaste sin nada que poder contar? Estaba destruido, ¿lo estabas tú también?

Yo no grité, pero tú sí.

Yo no me moví, pero tú corriste. Los jirones blancos empapados en tinta oscura revolotearon furiosos junto con lo que había en el escritorio. Todo voló durante unos segundos fugaces, tus pies también parecieron hacerlo.

Yo no pude alzar los brazos, pero tú sí los tuyos. Me cogiste con fuerza, tus hombros temblaban.

Tus ojos pudieron observar el detonante de aquel desorden, pero los míos titilaban fijos sobre un punto de tu cara... Blanca, como el papel sin nada que contar. Blanca, como mi rostro.

De nuevo sólo gritos y llanto, pero un llanto furioso cargado de dolor y de injusticia. Una pena terriblemente incontrolable en tus pupilas y un lo siento grabado a fuego en tus labios.

El dolor en sí no era peor que contemplar tu agobio desasosegado. Era muchísimo peor contemplarte, y perderte por momentos. La visión nublada, el rostro desfigurado y eterno.

Palabras sin sentido, golpes en la distancia, maldiciones y lamentos, promesas incumplibles, sueños inalcanzables, agonía y pleno arrepentimiento. Culpa.

Un último casi inaudible: ¡No te duermas! Aún eres mía, y no del sueño eterno (he de confesarlo), me arrebató aquel frágil latido, por completo el corazón.

Pero, por lo menos fue tranquilo, y no ahogado y desesperado. Tampoco complaciente, pues esperaste demasiado en confesarlo, y entonces llegó la muerte.

Aunque ella no fuera amada, ni querida en ese instante, alzó el vuelo lejos, con aún mi alma inconsciente. Me resbalaba de sus manos a conciencia, pues dejaba las tuyas y eso me aterraba.

No te echo la culpa, ella tiró fuerte. Tus dedos crispados temblaron momentáneamente. El escalpelo parecía flamear con un nuevo brillo oscuro. Carmesí era la palabra.

Pero… te dediqué mi último aliento. Mi corazón latió una vez más, sólo para escuchar aquello que tenías que decirme, y mereció la pena, por lo menos tú también lo descubriste.

Ya de lejos, el filo del arma relució de nuevo, y con un silbido rápido, cortó el silencio. Tus palabras lucharon por llegar lejos y a tiempo, y por supuesto que lo hicieron:

Desafiar a la muerte me atrevo, por ti… Sólo por ti puedo.

La muerte chilló espantada cuando vio manchado tu pecho de escarlata.

Tus brazos se alzaron de nuevo, reclamándome, y resbalé hasta ellos.

¿Tiene sentido ahora intentar desangrar un papel que no tiene nada que decir? te pregunté.

No contestaste , porque para hacerlo, debe de haber algo escrito antes comprendiste.

Pero es el pasado, ese del que tú querías borrarte.

Y he conseguido borrarme, borrarme para siempre, porque desangré tu papel, el que escribiste del pasado. Eso era de antes. Hablabas de palabras llameantes, y no de momentos angustiantes.

Sólo tú, el verdadero conocedor de tus palabras, me dedicaste aquello, por lo que luchaste: un último latido, que alteró nuestro aire.

8 comentarios:

  1. Increible...Princesita tu textos cada vez me sorprenden más. Sencillamente, no tengo palabras. Sigue así llegaras lejos preciosa.
    Lena

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  2. JODER! El libro para cuando? porque no puedes escribir así y luego quedarte tan pancha, ojala tuviera yo sólo la mitad del vocabulario que tienes tu y pudiera expresar con palabras esas cosas que haces que parezcan tan sencillas. Precioso como siempre tía! Exquisito, Fabuloso, Sensacional..

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  3. INCREIBLE!!!
    IMPRESIONANTE!!
    No tengo palabras...





    Un beso! ;)
    http://myworldlai.blogspot.com.es/

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  4. HERMOSO, INCREIBLE Y (de nuevo ajajja) HERMOSO
    Me encnata. Un besitooo

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  5. Beautifull. Ha sido muy lindo, y me encanta la forma en que te expresas.
    Ya te sigo! Te pasa por mi blog? Es este: http://alejandra-untrozodemi.blogspot.com/
    Besos :)

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  6. Wow, ¡es precioso, de verdad! Esta entrada me ha encantado, creo que es algo muy diferente a todo lo que he leído antes, y eso me he gustado mucho. Te admiro, cada vez escribes mejor.
    Un beso :)

    Windflower

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  7. Precioso. La verdad es que por un momento lo he podido imaginar y me veía a mí misma viéndolo y llorando. ¡Enhorabuena! Sigue así.

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Las opiniones son relativas, así que me encantaría saber la tuya... ¿La dejas por aquí? ¿Sí? Muchas gracias...
¡Ah! Y don't worry, ¡me paso por tu blog encantada!

P.D: pido originalidad, ¡no al copieteo ladies and gentlemen!
:)