Cuando nos abren puertas inesperadas

Cuando aparecen sin nosotros quererlo, cuando surgen y topas con ellas sin saber cómo tienes que reaccionar. Qué paso dar.

Son puertas que alguien decide poner en tu camino, ¿para qué? 

Podemos dar media vuelta y correr hacia otra parte, girar la vista y hacer como que no las vemos. ¿Quién sabe lo que podemos encontrar al otro lado? ¡Es aterrador! El desconocimiento absoluto provoca verdadero terror...

Pero... ¿Y si podemos ser transportados a un bonito paisaje? ¿Merece la pena arriesgarse a perdérnoslo por el miedo a lo desconocido? ¿Por el miedo a hacer algo mal, meter la pata y acabar mal parado?

Lo primero al topar con una vía nueva sería respirar y buscar una mano que aferrara la nuestra, y que nos dé seguridad y aliento. Que nos asiente en la tierra y nos haga ver que no estamos solos ante aquello nuevo que se nos brinda.

Eso es lo mejor, de verdad. 

Apoyo.

Y creer en uno mismo.

Nunca pensé que temería tantísimo a las oportunidades. Lo bueno es que tengo tantas manos tendidas que, si mi puerta me arrojara al vacío, me agarrarían antes de caer.

Y, ciertamente, eso es bueno.